jueves, 5 de enero de 2012

Adios 2011

Cuando llega el fin de un año y se planean las acciones y propósitos para el próximo, usualmente campea en la mente de los hombres de buena voluntad, la esperanza, la fe y los mejores deseos para con sus semejantes.

Pero cuando criterios obtusos desplazan a la planeación humanitaria, responsable y fraternal, la medición de las consecuencias queda cancelada, y así es como el hombre llega a provocar escenarios dolorosos que pasado el tiempo, lo llaman a reflexión tardía.

El “hubiera” brota entonces como venado entre la maleza, que ante la desesperación del novel cazador ya sin cartuchos, le sonríe con lástima al verlo refugiado en el arrepentimiento por no haber acertado cuando pudo hacerlo.

Con el final de 2011 se acumulan ya cinco años de “hubieras” y el eco de las lamentaciones rebota en las paredes de Los Pinos como “tic tac” apacible, que contrasta con la ruidosa desesperación interior de quien sabe que las promesas incumplidas le estorban como alud sobre el camino y le detienen el franco curso de la permanencia en el poder, porque ya no hay tiempo para repetir los tiros de precisión que no se hicieron.

Oportunidades le sobraron. En 2005 la pobreza que fustigaba a las masas era mitigable, pero la opción que se tomó fue ignorarla; la pésima calidad educativa ya se vislumbraba, pero se optó por la indiferencia; la aplicación de la inteligencia en las tareas de la PGR era posible, pero se optó por relegarla; la discusión cercana para lograr acuerdos oportunos con los adversarios políticos no era imposible, pero se optó por cancelarla; la mano firme en las áreas susceptibles de corrupción era necesaria, pero se optó por el soslaye; ahora, la carga de los “hubiera” pesa.

En cinco años que terminaron, el cumplimiento de la palabra se perdió entre la bruma de la improvisación gubernamental porque fue reemplazado por decisiones basadas en la adulación palaciega que aletarga y que probado está, adormece y ablanda la voluntad de los gobernantes, hasta tornarse en arrullo perenne que motiva un sueño tan profundo, que solamente las doce campanadas que anuncian la llegada de su último año de gobierno, los despiertan.

Entonces, lo grave del despertar de ese sueño, al menos en 2012, puede convertirse en uno de los capítulos más estremecedores para el país, porque la desesperación de ver perdida la gran oportunidad que se tuvo de servirle con entrega a los mexicanos, puede motivar reacciones y decisiones tan inconvenientes, que si Hidalgo, Martí y San Martín vivieran, verían cómo sus ilusiones libertadoras e independentistas causaron baja en la tabla de valores nacionalistas y democráticos del gobierno federal que está por concluir en México.

Decepcionante sería para ellos, ver no solamente como se abusó del poder y se maquilló la realidad para conducirnos a una guerra absurda que ha servido para maldita la cosa, sino que los inocentes que perecieron en banquetas, universidades, carreteras y calles, jamás encontrarán un rincón en la sala de la justicia terrenal.

Sin embargo, tomar conciencia de estas reflexiones todavía podría ayudar a los ciudadanos a mantenernos vigilantes y alerta de lo que viene en los próximos meses.

En mi personal opinión, creo que lo que viene es la manifestación de hipocresía más intensa que se haya vivido en el país, luego de que el PAN convertido en gobierno finalmente se ha dado cuenta de sus grandes errores y va a buscar a toda costa reivindicar sus olvidos, resarcir sus errores, justificar sus traiciones y culpar de su falta de cumplimiento de la palabra a sus adversarios políticos.

Por lo tanto, adiós 2011, quedas encadenado al pasado y descansas, porque tu tiempo también fue víctima colateral de la negligencia de los hombres y mujeres que llegaron al poder solamente para saber que se sentía.

Lamento mucho que de tus 365 días, la mayoría fueron desperdiciados en una loca carrera armamentista que lejos de honrar a la vida, optó por cancelarla por decreto arguyendo que así y solamente así, se podía exterminar la maldad.

Perdónanos 2011, por no haber aprovechado tus días y tus noches para mantener intacta la soberanía nacional. Míranos llorar desde el pasado y por favor, no vuelvas. Tu huella sangrienta será inolvidable. Déjanos buscar a través de las urnas, ese México que aun no logramos encontrar y que nos está esperando impaciente, atrás del valor que se requiere para continuar la revolución.

Ríe si quieres al vernos sumidos en el miedo de una guerra que nadie pidió; bien merecido lo tenemos. Búrlate de que no haya empleo, ni educación de calidad, ni diplomacia digna, ni apoyo al campo, ni un calendario cívico que respete las fechas heroicas.

Ya no es tu tiempo, tú ya pasaste. Déjanos seguir caminando en el oscuro desierto de la desinformación estadística que un día los medios nos presentan como el oasis de la felicidad y al día siguiente resulta ser solamente un espejismo creado por la angustia de los que no se resignan a irse de Los Pinos en el 2012.

Se te agradece la oportunidad de vivirte, pero la verdad, como país, no te supimos utilizar. Saludos al resto del sexenio que forma parte del pasado y que dicho sea de paso, como si fuera presupuesto federal, también se subutilizó.

Adiós 2011.

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