martes, 27 de marzo de 2012

Reemplazo Presidencial Razonado...

En el sexenio que está por concluir, hemos sido testigos de cómo en México avanzaron, por vías paralelas, dos proyectos sociológicamente contradictorios: primero, el de la silenciosa pero consistente pretorianización del régimen de Felipe Calderón que en su afán de legitimar su ascenso al poder federal planeó sobre las rodillas una suerte de golpe de Estado institucional desde Los Pinos; y segundo, la articulación de un incipiente movimiento social que bien se pudo “leer” en las redes sociales, que buscaba dar aliento o vida artificial al derecho constitucional de un pueblo asustado y deseoso de remover a un gobierno federal que masificó el miedo en calles, carreteras y escuelas a lo largo y ancho de la nación.

A unos cuantos días de haber entrado en el candente lapso de las contiendas electorales para configurar congreso federal y relevar el mando en la presidencia de la república, todavía se respira en el ambiente de los hogares enlutados por la guerra inútil, la demanda íntima e impotente de una destitución presidencial. Lo bueno es que habrá elecciones.

En todo el territorio mexicano se percibe un gran respeto por el Ejercito, que leal a la instrucción presidencial, tuvo que salir obediente de sus cuarteles para coadyuvar con una Procuraduría General de la República que ya casi cumple 18 años en manos del PAN y con una Secretaría de Seguridad Pública Federal que absurdamente filma películas de capturas con altísimo costo para la imagen internacional del país.

Este recurso panista de utilizar a nuestras fuerzas armadas en el combate a los delitos contra la salud y la delincuencia, nos ofrece como primer fenómeno, la expresión inocultable de un retroceso político del Ejecutivo Federal que impotente y lleno de coraje por haber tenido que tomar su protesta como presidente entre empujones y codazos en la tribuna más alta de la nación, convirtió las áreas destinadas a ser las más sensibles del gobierno, en oficinas autistas; el segundo, tiene su origen en la percepción ciudadana que indudablemente sintió el desastre institucional provocado por el grupo de inexpertos que acompañaron a Fox en el 2000 y después a Calderón en el 2006, toda vez que habiendo llegado al poder y pudiendo hacer un papel decoroso, a casi 12 años llenos de pifias continuas, no han podido tomar control de la situación nacional.

Si bien nuestro Ejército ha sido pilar fundamental para el sostenimiento de esta administración, ésta utilización política hiere y lastima a los niños mexicanos de ayer, que históricamente lo han admirado y hoy lo ven realizando tareas que constitucionalmente corresponden a la procuración de justicia y a las áreas de seguridad pública.

Dicho sea de paso, el grave error presidencial de haber utilizado a nuestro Ejército en esas labores urbanas y rurales, es que lo ha expuesto innecesariamente a un ambiente crítico donde el tema de la violación a los derechos humanos incomoda no solo a los militares, sino también a la sociedad civil que ancestralmente quiere y respeta a sus soldados.

Haber utilizado al Ejército significa hoy para el gobierno federal panista una agravante social nacida de lo más sensible del corazón de las madres de los inocentes muertos: su omnipresencia no es garantía de paz social.

Lo acertado era haber propiciado una mejor educación desde el 2000, para que hoy, los jóvenes que tienen 18 años y han sido víctimas de la leva delincuencial, no ignoraran los valores morales.

Lo acertado era haber cumplido el compromiso de fomentar el empleo y propiciar la inversión para que esos jóvenes no se refugiaran en la productividad económica que resulta de la maldad.

Lo acertado era haber pensado que una de las consecuencias de la guerra inútil iba a ser desquiciar las vías de comunicación acabando con el turismo doméstico y el pequeño comercio intermunicipal e interestatal.

Lo acertado, era haber cerrado los oídos al canto de las sirenas que desde Washington al mismo tiempo que se solidarizaban con la guerra inútil, calificaban de estado fallido a nuestra patria.

Lo acertado era haber recorrido la nación preguntando que le faltaba a la gente; y no descubrir la hambruna de Chihuahua a escasos 6 meses de la siguiente elección presidencial.

Afortunadamente, el estoicismo de los mexicanos nos hizo soportar esta dura prueba bisexenal y hoy que la frontera cronológica está agotada, la única estrategia ciudadana que prevalece es la del reemplazo presidencial razonado.

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