jueves, 1 de septiembre de 2011

NO LE BUSQUEN MUCHO...

Corría el año de 1985 cuando empresarios mexicanos interesados en poner en funcionamiento un casino en Acapulco, salieron de las oficinas de Manuel Bartlett con cajas destempladas.


La decisión del gobierno de la republica había sido un rotundo no.


El proyecto ejecutivo fincaba con habilidad magistral, que lo que se buscaba era generar turismo y fomentar el empleo.


En aquellos días, el decoro republicano aun no daba el brinco al cinismo de hoy, debido a que la conciencia gubernamental guardaba en sí, una gran proporción de respeto a la soberanía y a los valores morales. La negativa argumentaba que la sociedad mexicana no podía ser expuesta a ese tipo de diversiones porque se abriría una puerta a la corrupción, a la prostitución, a la desintegración familiar e inclusive al suicidio como resultante de los resultados no esperados en los juegos de azar.


Que esperanza que en aquellos días hubiera rebatiña por cuatrimestres legislativos. Los consensos eran acuerdos entre caballeros enamorados de sus respectivas doctrinas, así de derecha, como de la izquierda y centro.


No había en aquellos días, funcionarios federales proclives al descaro de armar conferencias de prensa para que a “pregunta expresa” se auto incluyeran en la lista de los pre candidatos a la presidencia de la republica.


No había en aquellos días, quien se quejara de que el Hipódromo de las Américas funcionara ilegalmente, o quien maldijera a los palenques que cada año hacían su periplo estacional por todo el país visitando ferias regionales.


Para quienes maldicen el pasado pacifico del país, es necesario recordarles que en la secretaría de gobernación de los gobiernos priistas, no solamente se procuraba mantener al país en paz, sino que hacia el interior de la secretaria, había control.


Manuel Bartlett tenía control. Fernando Elías Calles, imponía mano férrea mientras Heriberto Batres y José María Morfín vigilaban que Rodolfo Martínez, jefe del departamento de juegos y sorteos llevara un registro puntual y preciso del calendario de ferias y eventos especiales.


En esa oficina se otorgaban los nombramientos a los interventores que daban fe de que se cumpliera con lo estipulado en los permisos. De hecho los supervisores de la secretaria llegaban a las ferias a “cerrar” palenques y casinos en las ferias, cuando establecían mesas de juego no autorizadas. Repito, había control.


En aquellos días, los permisos que se otorgaban para que algunas organizaciones altruistas efectuaran fiestas de beneficencia con mesas de juego idénticas a los de los casinos, se concedían mediante una serie de requisitos que llegaban a la exageración de nombrar un representante de la Secretaria, para que diera fe de que no se fuera a jugar dinero, sino que los ganadores en las mesas solamente recibieran premios en especie.


Estos eventos se hacían en centros sociales o en los domicilios de prominentes empresarios que profesaban el altruismo.


Por eso es que suena inconcebible que el actual Subsecretario de Gobernación aparezca en conferencia de prensa, para declarar sin ambages a casi una semana del asesinato del Casino Royale, que aun no sabe quién es el verdadero permisionario, ni quien operaba el lugar.


Con balbuceos que reflejaron ignorancia y prepotencia encubridora, el funcionario exhibió sin querer, la vergonzante realidad que se vive hoy en la secretaría de gobernación en materia de control.


Un control, que al desaparecer de las oficinas de gobernación, facilitó la discrecionalidad y particularmente en el caso de Monterrey, la corrupción que hoy se asoma hasta en el mercado de los quesos.


Es denigrante escuchar que el subsecretario encargado del control de los juegos y sorteos salga a decir que la relación de los 60 casinos que operan amparados es compleja por la existencia de contratos y de trámites, como queriendo causar lastima entre los ciudadanos porque su chamba es muy difícil.


Este penoso capítulo regio, es la corona de vergüenza y desdoro republicano en la función pública del gobierno de Felipe Calderón, quien con habilidad de supervivencia, tuvo que utilizar dos noticieros seguidos de Joaquín López Dóriga para tratar de convencer a los televidentes que la verdadera responsabilidad detrás de esta masacre no radica en haber iniciado una guerra sin el mas mínimo calculo de riesgos.


Y no le busquen mucho, el tema de los casinos le corresponde a la Secretaria de Gobernación y por lo tanto, es exclusivamente de jurisdicción federal. A Medina y a Larrazabal, los envolvieron con la tesis de la “coordinación de los tres niveles de gobierno” en a la lucha contra los delitos contra la salud y la delincuencia.


Pero si hubiera control en gobernación, ese casino no hubiera estado en funcionamiento, no hubiera estado obligado a comprar quesos y no hubiera habido incendio. No le busquen mucho.

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