miércoles, 17 de agosto de 2011

EL ESPEJO RETROVISOR


Para referirse de manera ofensiva al PRI, el secretario de hacienda del gobierno federal mexicano, dijo en un reciente discurso que no hay que ver por el espejo retrovisor.


Evidenciando su personal temor a que se haga realidad la victoria electoral del partido revolucionario institucional en las próximas elecciones presidenciales, Cordero optó por usar esta forma alegórica del lenguaje para persuadir a los ciudadanos a no votar por el partido que mantuvo pacifico el pasado nacional.


Afortunadamente, este recurso oratorio diseñado por los estrategas panistas para lastimar la imagen del PRI, también exhibe porqué en los dos últimos sexenios federales los fracasos de la federación han sido reiterativos.


Nos queda claro que los panistas manejaron la nación sin ver por el espejo retrovisor y por lo tanto no se dieron cuenta que “Los objetos reflejados se encuentran más cerca de lo que aparentan”.


Ese acierto previsto en las crónicas universales que aconseja revisar el pasado de los pueblos para planear el futuro, al parecer –según la tesis del espejo de Cordero- no fue un ejercicio realizado por los hombres y mujeres que dieron rienda suelta a la improvisación institucional desde el 2000.


El no mirar por el espejo retrovisor, los hizo ignorar las políticas públicas sociales que durante muchos años antes se habían consolidado como un brazo ayudador de las clases que todavía no terminaban de emerger a la vida productiva plena.


Nunca olvidaré las nefastas palabras de Vicente Fox cuando cancelaba subsidios al tenor de un discurso basado en que la gente tiene que dejar de pensar que el gobierno tiene la obligación de mantenerla. Ahí el panismo asomaba su verdadera cara como gobierno.


La subsidiariedad, entendida como un complemento responsable de los gobiernos para que el menor también pueda tener acceso a lo indispensable sin quitarle al mayor, quedaba cancelada por decreto foxista y así se iniciaba el camino descendiente de la economía de las familias mexicanas, hasta postrarla en los índices en que hoy se encuentra.


No mirar el pasado por el espejo retrovisor de la historia reciente, lesionó a los agricultores del noreste del país, cuando en un gesto tan ignorante como arrogante, Fox pagó anticipadamente una tributación de agua a los Estados Unidos, perjudicando con ello a toda una cadena productiva fronteriza, con consecuencias terribles.


Me dirán que meses después indemnizó a los agricultores, pero pregunto yo: y los trabajadores, y los peones, y los gasolineros, y los cargadores, y los choferes, y los fritangueros, y los estanquillos, y las llanteras, y las vulcanizadoras, a esos, y a miles más, quien los indemnizó?


La siembra y la cosecha tienen cada una su época, son un espacio en el tiempo y el tiempo, se compone –aunque le duela a Cordero- también del pasado. Esa pobre gente, todavía no se repone.


Manejar el país sin mirar por el espejo retrovisor, condujo a Felipe Calderón a permanecer ajeno a ese crecimiento de la pobreza que le heredó Fox y en la irreflexiva decisión de iniciar su guerra absurda, no midió que podría haber leva por parte de los transgresores de la ley, cosa que ocurrió, en lo urbano y en lo rural.


Y hoy resulta, que esa decisión que hasta ayer solamente merecía el calificativo de insensibilidad presidencial, se adereza con un escándalo que exhibe nada más y nada menos, la cómoda entrega del destino nacional a manos extranjeras.


Y no culpo a los extranjeros, porque siempre que exista un facilitador en las filas nacionales, habrá un conquistador ávido de ganar terreno.


Pero cuando se discute hoy la violación a la soberanía, a la dignidad y al orgullo nacional, los mexicanos estamos obligados a recordarle al presidente que tiene que respondernos que lo hizo poner bajo batuta intrusa un asunto de seguridad nacional.


No fue justo, bajo ninguna óptica humanitaria, poner a ciudadanos y a fuerzas leales al mando supremo, en situaciones innecesarias de riesgo derramando en calles, carreteras y escuelas, sangre inocente.


No ver por el espejo retrovisor, impidió a Calderón entender que las razones de estado del caso Tlatelolco en 1968, no están plasmadas en el libro de Poniatowska. Tampoco vio que los izquierdistas que ayer andaban con huaraches, camisas de manta y greñudos, son los que hoy visten de Dior, calzan Prada y van al Spa.


Conducir el país echando una mirada al espejo retrovisor hubiera salvado vidas! Hoy, los mexicanos que sí creemos en el espejo retrovisor, caemos en cuenta que a la inteligencia venida de fuera, le faltó el contrapeso de un Bucareli férreo, patriota, experimentado y republicano, donde alguien como Don Fernando Gutiérrez Barrios le jugara limpio al presidente y a la nación.


Ya decía yo que una batuta de tan alta responsabilidad nacional, no podía ser tan arrítmica. Ignoraba que Calderón la prestó para no tener que ver por el espejo retrovisor.

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