martes, 11 de octubre de 2011

ECONOMIA Y PAZ...

Dos renglones que los gobiernos de Estados Unidos y México han torcido sin querer, son respectivamente la economía y la paz.

En consecuencia, surgieron oportunidades sui generis para que los habitantes de ambos pueblos se fusionen anímicamente con inusitada actitud solidaria.


Ancestralmente doblegado por la superioridad económica del vecino del norte, el país azteca ha sufrido laceraciones almáticas colectivas que van desde el arrebatamiento del territorio, discriminación racial, invasiones en el siglo XIX y recientemente el flagrante intervencionismo que cínicamente soslaya el gobierno federal.


Otrora recipiendario de caravanas y sumisión global; acostumbrado a triangular opiniones a través de la Organización de Naciones Unidas; avasallante en sus determinaciones expansivas y desconocedor de los límites geográficos cuando sus intereses van de por medio, el gigante vecino, hoy se tambalea.


A Estados Unidos aparentemente también le ha llegado un tiempo adverso, resultado inequívoco de las contradicciones internas que vive una sociedad engrandecida por su cotización, pero devaluada por su proceder.


La ruta histórica que compartimos con Estados Unidos ha tenido aristas difíciles de conllevar, pero gracias a la inteligencia emocional de los cancilleres del siglo pasado, el respeto mutuo no se había quebrantado hasta los niveles de impunidad que hoy se asoman en materia de introducción ilegal de armas a México.


De la misma manera, los niveles de la discrecionalidad aduanera de los últimos 10 años, salpican de estiércol cualquier discurso expiatorio que se pronuncie ya sea en Los Pinos o en Tlatelolco.


Pero tuvo que pasar, que las calificaciones financieras emitidas por prestigiados expertos disminuyeran el rango crediticio de la cuna del capitalismo, para que se creara una situación de desequilibrio emocional en los mercados bursátiles que a su vez, invadió la conciencia nacional norteamericana y a partir de ahí, el término “volatilidad” se ha convertido en el vocablo de moda mundial para referir que de la fortaleza económica estadounidense, solo queda el recuerdo.


Mientras tanto, al sur del Rio Bravo, la masificación del miedo astutamente diseñada por el gobierno federal en vía de conservar el poder en las próximas elecciones presidenciales, despertó un sentimiento de supervivencia en las clases alta y media alta, que no estaba en el catalogo de riesgos del plan Calderoniano.


Lo que pasó no tiene parangón. La política errada de pretender acabar con la delincuencia mediante operativos insensibles a la inocencia circunstancial, orillaron a los empresarios mexicanos del noreste de México a buscar un refugio próximo a sus propiedades que les permitiera continuar manejando sus negocios desde un clima de paz.


Si, se fueron a Estados Unidos con todo y familia. Actualmente despachan desde territorio estadounidense, ya que la omisión de una política seria de combate a los delitos contra la salud por parte del gobierno federal panista, convirtió a todo el país, en una cuerda floja sin red de protección para quienes tengan un negocio, transiten en carreteras, asistan a un juego de futbol, se diviertan en un casino o caminen en el campus de una universidad privada.


El punto de inflexión de este modesto análisis se centra entonces en que la gente que habita en ambos lados de la frontera, ya descubrió que sus vecinos tienen algo que no hay en su propio país.


Los mexicanos cuyo gobierno federal ha propiciado la ruptura de la paz, la encuentran en ciudades fronterizas de los Estados Unidos; y los norteamericanos de cualquier origen étnico que viven la histeria colectiva del derrumbamiento económico de su país, ya entendieron que esos mexicanos que están llegando, a diferencia de los que eternamente han sido humillados a causa de ir en pos del “sueño americano”, llevan harto dinero, ganas de invertir y son por el momento, su único sustento virtual a la mano.


Entonces, este análisis se abre a la luz pública con la finalidad de que entendamos el gran significado que tiene para los gobiernos, la lección histórica de haber descansado erróneamente sus decisiones, en enfoques de beneficio cupular.


Esa gama intermedia de ciudadanos mexicanos que nada le piden al gobierno -en sus tres órdenes- porque su condición económica le permite refutar y censurar discursos sin el temor de ser borrados de las listas de entrega mensual de despensas, ya se va. Mejor dicho, ya se fue.


Y para el segmento estadounidense que habita en las proximidades de la frontera con México en Texas, nuestros paisanos emigrantes representan el recurso circunstancial más valioso para mantener viva una nueva productividad binacional. Esa, que el gobierno mexicano actual no supo incluir ni en su absurda aventura bélica, ni en sus programas de innovación económica.


Así que economía y paz, han dado a luz una nueva generación de eficacia emocional solidaria.

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