viernes, 8 de julio de 2011

DIALOGOS CIUDADANOS...


El contenido de la más reciente versión publicitaria del gobierno federal dirigida a los televidentes, nos deja ver dos posibilidades lamentables. O que no sabe realmente lo que la gente platica entre sí, o que sí sabe y necesita urgentemente manipular esa realidad que vive México. Veamos por qué.

La unipersonal decisión presidencial de lanzar a las calles, carreteras y escuelas a nuestras fuerzas armadas sin la menor estrategia de inteligencia científica policial, ha traído consecuencias anímicas y económicas tan dañinas, que podríamos asegurar son irreversibles en el corto y mediano plazo para la mayoría de los mexicanos decentes, vivan donde vivan y hagan lo que hagan.

Obviamente, los estudiosos de la economía nacional inscritos a la nomina federal detectaron esta consecuencia socio económica y alertaron a la casa presidencial. La reacción a mi manera de ver se da en dos vertientes: la primera, que el secretario de hacienda culpe a las economías europeas y norteamericana de lo que irremisiblemente va a ocurrir en el país a causa de la inmovilidad económica y la segunda, meter con calzador cada corte comercial de los programas pautados en horario triple A y noticieros, un teatral engaño para rescatar a Felipe Calderón y a su partido, del fango estadístico en que se encuentran posicionados.

Omitiendo deliberadamente darle el valor real que se merece la novedosa e intensa conectividad que las redes sociales le permiten a la ciudadanía para unificar criterios, los estrategas al servicio del gobierno panista decidieron producir micro telenovelas de 20 segundos, donde el héroe es ni más ni menos, el gobierno federal.

Dichos spots televisivos, no solo contradicen las conversaciones reales que hoy, hoy, hoy, se dan entre los mexicanos del norte del sur y del centro, sino que ponen en boca de actores y actrices, palabras y conclusiones que llenan de indignación a quienes los ven, sencillamente porque son irreales.

Los diálogos de esta desesperada campaña televisiva de ficción calderoniana representan una burla para quienes platican de verdad con vecinos, amigos, familiares o compañeros de trabajo, coincidiendo en que la manera en que se lleva a cabo el combate a los delitos contra la salud ha traído pánico masivo e injusta diseminación de sangre inocente.

La injusticia sistémica en que se dan los casos de quienes inocentemente quedan inertes en banquetas, carreteras o campus universitarios sin que nadie saque la cara, es tan indignante, que ya nadie puede dar reversa al criterio con que los ciudadanos juzgan de absurda e ineficiente a la guerra que nadie pidió. No vayamos muy lejos, una regla de tres simple basada en los comerciales del propio gobierno federal nos deja ver lo monstruoso de la insensibilidad: si para capturar 17 de 37 transgresores de la ley llevamos 40 mil muertos, cuánta sangre queda por derramar?

Si en su más reciente exabrupto público, el presidente Calderón le hablo con sinceridad al poeta Sicilia -con manotazo a la mesa de por medio- diciéndole que la forma de traducir a los hechos la intención presidencial de combatir a la delincuencia sin estrategia alguna, obedece a que nadie le ha sugerido una estrategia, la disculpa podría ser la más pobre que el pueblo mexicano ha recibido de un gobernante.

Nadie en su sano juicio que se comporte dentro de los parámetros de la moral media de la sociedad podría aceptar con beneplácito la decisión de que las fuerzas armadas salgan a la calle a ver con que delincuente se topan. Esa decisión, es una irresponsabilidad humanitaria.

Si bien la condición corporativa de prevención delictiva y procuración de justicia padecía imperfecciones, era por ahí por donde se debía haber empezado.

Aquel que le haya aconsejado al presidente Calderón que su legitimación no requería primeramente el consenso con los gobiernos estatales sino que primero tenía que demostrar carácter y supremacía derramando sangre en calles, carreteras y campus universitarios para luego forzar la coordinación interinstitucional intentando desacreditar y culpar a los gobiernos estatales y municipales, se equivocó.

Era al revés. Antes de llegar a los estruendos persecutorios resultantes de la casualidad, procedía el sigilo inteligente, astuto, audaz, efectivo y hasta heroico, pero en el seno de esa valiosa secrecía republicana que lamentablemente los panistas no conocen. Todo indica que la megalomanía derechista sugirió en su momento, ruido, escándalo y sobre todo, culpar al pasado priísta, sin importar las vidas decentes que iban desapareciendo de la vida urbana y rural de todo el país y que alguien denominó en auxilio a la figura presidencial, “daños colaterales”.

Por piedad, no vengan ahora con spots en el que una mujer chofer de taxi opina que así como se está combatiendo a la delincuencia es correcto y que el país estaría peor si no se hubiera iniciado la guerra absurda. Por favor, no vengan con que un chofer de tráiler invita a los demás a disfrutar los restaurantes en las orillas de las carreteras y que viajar por tierra es una delicia.

Esos, no son los verdaderos diálogos ciudadanos.

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