Ante un escenario nacional
parchado de discursos oportunistas y de relumbrón que pretenden difuminar el
fracaso sexenal más aterrador de los últimos años, Felipe Calderón se refugia
en un islote verbal de corte pretoriano que más que dejar buen sabor ciudadano,
provoca el asomo a la repugnancia intelectual de quienes en verdad tienen a la mano los indicadores de la realidad
precaria en que el PAN en 12 años, deja sumido a México.
Si es desfile, Calderón presume;
si es tragedia, Calderón presume; si se recuerda con tristeza el trágico 19 de
septiembre de 1985, también presume.
Es así como el panismo
infame, mucho más corrupto que cualquier gobierno federal priísta del pasado,
se despide tratando de lavar con detergente discursivo las penas inmensas que
la ignorancia, la irresponsabilidad y la ambición de sus ineficaces
funcionarios dejan como herencia a lo largo y ancho del país.
En efecto, hay quienes en la
comodidad de la distancia ejecutiva podrán pensar que con palabras, spots y discursos
se puede todavía, en el ocaso del sexenio de Felipe Calderón, darle a los
mexicanos la última dosis de engaño mediático.
El subejercicio
presupuestario resultante de la discrecionalidad perversa que dejó a miles de
familias habitantes de entidades federativas gobernadas por el PRI sin los
recursos previamente etiquetados en el Presupuesto de Egresos de la Federación,
como fue el caso de Reynosa, es solamente una de las más leves faltas a la
moralidad gubernamental del PAN; la más grave, quizás sea la de la masacre
irracional donde miles de inocentes, quedaron tendidos en calles, carreteras,
escuelas y centros de estudios superiores del país.
Irse no basta caballeros, si
lo sois. La historia en sus archivos, conservará los capítulos espeluznantes de
una corrupción que tradujo a su egoísmo delirante en gobierno imperfecto, errático,
injusto, aislado de la opinión pública y de imagen tambaleante.
Y quizás me hubiera podido
haber quedado callado, encontrando en la frase popular: “al cabo que ya se
van”, un descanso espiritual que me hiciera saborear la paz venidera, pero nada más de ver el contraste entre los
comunicados diplomáticos más recientes de la Secretaría de Relaciones Exteriores,
me decidí a escribir estas líneas.
Fue el contraste lo que me
fastidió. Por un lado la indiferencia del gobierno mexicano ante el caso
fronterizo de un disparo proveniente de una lancha norteamericana que segó la
vida de un hombre que se encontraba con su familia en territorio azteca y por
otro, la cortesanía zalamera y arrastrada con que lamentó el incidente en que
perdiera la vida un embajador norteamericano.
Lo segundo, no lo censuro,
sino que me uno a la indignación; pero si con la misma vehemencia epistolar con
que lamentaron el suceso en Egipto, hubieran sacado las uñas para reclamar
justicia internacional en el artero asesinato ribereño en contra de un “Don
Nadie” mexicano, algo rescatable de la integridad moral de la canciller
mexicana hubiera quedado.
Luego entonces, por esas
aristas imperfectas que no supieron pulir ni convertir en equilibrios
simétricos binacionales con los Estados Unidos, la historia nacional archiva la
actuación bisexenal panista, en el casillero “E” destinado a conservar el
anecdotario del Entreguismo.
Que lamentable que los
panistas, ni para irse de Los Pinos puedan usar la puerta de la dignidad y el
decoro; visto está que prefieren fugarse a través de un cómodo túnel
discursivo.