lunes, 22 de agosto de 2011

EL MINUTO 40





La mediocridad en el mando de la policía federal fue esférica, porque desde cualquier ángulo que lo analicemos, es inaudito que alguien del lado oficial, haya ordenado la instalación de un reten en las inmediaciones de un estadio de futbol lleno de familias, sin prever los escenarios que se podían presentar.

En consecuencia solicito muy atentamente a los integrantes de los servicios extranjeros de inteligencia -que autorizados por el gobierno panista se ufanan de trabajar en suelo mexicano- que por favor le presten el CD de la película JARHEAD a los jefes de la policía federal que provocaron que México sea hoy, el hazmerreir internacional.

Prueben por favor, si viendo películas, sus pupilos mexicanos aprenden a calcular lo que van a hacer en los probables casos de que se “topen” con transgresores de la ley; porque haber instalado un reten y jalado el gatillo en las proximidades de un estadio de futbol cuando estaba lleno de familias, se ubica en el renglón de la más increíble de las negligencias tácticas, a menos que se haya pretendido, por alguna razón subterránea, exhibir a Coahuila como territorio inhóspito.

En la película JARHEAD, se narra la frustración de un soldado estadounidense quien después de haber sido entrenado para disparar a gran distancia y con excelente precisión, estando ya en el campo de batalla y teniendo un objetivo enemigo en la mira, recibe la orden superior de no disparar.

En la película, el espectador puede ver a través de la mira del rifle de este soldado, cómo el enemigo estaba quieto y en el centro del telescopio! El director de la cinta pone en evidencia la gran tensión que sufre este soldado en ese instante, mientras escucha la voz de mando que le ordena abortar el disparo, precisamente cuando su dedo estaba a punto de oprimir el gatillo.

Según el criterio del soldado, la oportunidad de hacer daño en las filas enemigas era inmejorable! Pero el mando le ordenó no disparar. Las razones del mando, eran de carácter táctico. Había que esperar otro momento, el momento inteligente.

Haber obedecido esa orden superior, provocó en aquel soldado que su regreso a casa fuera decepcionante. No haber disparado aquella bala, de momento lo frustró, pero el mensaje de la película es que la disciplina, el entrenamiento adecuado, la capacidad desarrollada y la comprensión de que el mando tiene la autoridad para decidir, están por encima de la comprensión, el entendimiento, el instinto y los deseos personales.

Contradictorio quizás, pero aquello que para el soldado representaba la oportunidad para ganar una medalla al merito, para los mandos superiores significaba una oportunidad para aplicar la inteligencia.

Lo ocurrido en Torreón deja claro que ni aún con la vergonzante ayuda extranjera, los mandos de la policía federal han obtenido capacidad para entender que una opresión irresponsable al gatillo puede repercutir en la vida de los ciudadanos inocentes, a quienes están obligados a cuidar.

Y peor todavía, si hubo una voz de mando que ordenara abrir fuego en ese lugar.

Durante el transcurso del partido Santos- Morelia, la cancha de aquel estadio significaba un espacio de prioridad social. La gente no merecía que le hicieran eso. Lamentable que nuestra policía federal no esté capacitada para priorizar en cuestión de segundos lo que debe hacer. Lo que menos nos debe preocupar es que los analistas de todo el mundo estén evaluando y calificando a nuestra policía federal como inepta, lo grave es que aquí, no van a alcanzar los siquiatras de todo el país para dar tratamiento a tantas personas, niños entre ellas, que quedaron marcadas por la innecesaria crisis emocional provocada por la irresponsabilidad de un mando mediocre que finalmente no logró detener a nadie.

Lastima de asesores, porque con vergüenza y todo, habría que preguntarles si en su agenda de cooperación está incluida la preparación de las fuerzas policíacas federales en los temas denominados “que nadie dispare hasta que se le ordene” y “alto al fuego”.

Acaso en esta nueva modalidad de irresponsabilidad gubernamental que agrava la imagen del país, los asesores norteamericanos no han sugerido, opinado o establecido que instalar retenes en las proximidades de escuelas y estadios llenos de gente representa riesgos mayores?

Si los mexicanos nos hemos tragado la amarga pastilla de que el gobierno federal autorizó la presencia de extranjeros en la confección de las estrategias para frenar lo irrefrenable, al menos podemos exigir que en la estructura de las corporaciones de seguridad, exista la responsabilidad proporcional de las decisiones como en este caso.

Porque las armas, ni se disparan solas, ni entienden que a unos metros de ellas, miles de familias presencian un partido de futbol. Tuvo que haber un mando oficial que no hizo lo correcto en el minuto 40.

miércoles, 17 de agosto de 2011

EL ESPEJO RETROVISOR


Para referirse de manera ofensiva al PRI, el secretario de hacienda del gobierno federal mexicano, dijo en un reciente discurso que no hay que ver por el espejo retrovisor.


Evidenciando su personal temor a que se haga realidad la victoria electoral del partido revolucionario institucional en las próximas elecciones presidenciales, Cordero optó por usar esta forma alegórica del lenguaje para persuadir a los ciudadanos a no votar por el partido que mantuvo pacifico el pasado nacional.


Afortunadamente, este recurso oratorio diseñado por los estrategas panistas para lastimar la imagen del PRI, también exhibe porqué en los dos últimos sexenios federales los fracasos de la federación han sido reiterativos.


Nos queda claro que los panistas manejaron la nación sin ver por el espejo retrovisor y por lo tanto no se dieron cuenta que “Los objetos reflejados se encuentran más cerca de lo que aparentan”.


Ese acierto previsto en las crónicas universales que aconseja revisar el pasado de los pueblos para planear el futuro, al parecer –según la tesis del espejo de Cordero- no fue un ejercicio realizado por los hombres y mujeres que dieron rienda suelta a la improvisación institucional desde el 2000.


El no mirar por el espejo retrovisor, los hizo ignorar las políticas públicas sociales que durante muchos años antes se habían consolidado como un brazo ayudador de las clases que todavía no terminaban de emerger a la vida productiva plena.


Nunca olvidaré las nefastas palabras de Vicente Fox cuando cancelaba subsidios al tenor de un discurso basado en que la gente tiene que dejar de pensar que el gobierno tiene la obligación de mantenerla. Ahí el panismo asomaba su verdadera cara como gobierno.


La subsidiariedad, entendida como un complemento responsable de los gobiernos para que el menor también pueda tener acceso a lo indispensable sin quitarle al mayor, quedaba cancelada por decreto foxista y así se iniciaba el camino descendiente de la economía de las familias mexicanas, hasta postrarla en los índices en que hoy se encuentra.


No mirar el pasado por el espejo retrovisor de la historia reciente, lesionó a los agricultores del noreste del país, cuando en un gesto tan ignorante como arrogante, Fox pagó anticipadamente una tributación de agua a los Estados Unidos, perjudicando con ello a toda una cadena productiva fronteriza, con consecuencias terribles.


Me dirán que meses después indemnizó a los agricultores, pero pregunto yo: y los trabajadores, y los peones, y los gasolineros, y los cargadores, y los choferes, y los fritangueros, y los estanquillos, y las llanteras, y las vulcanizadoras, a esos, y a miles más, quien los indemnizó?


La siembra y la cosecha tienen cada una su época, son un espacio en el tiempo y el tiempo, se compone –aunque le duela a Cordero- también del pasado. Esa pobre gente, todavía no se repone.


Manejar el país sin mirar por el espejo retrovisor, condujo a Felipe Calderón a permanecer ajeno a ese crecimiento de la pobreza que le heredó Fox y en la irreflexiva decisión de iniciar su guerra absurda, no midió que podría haber leva por parte de los transgresores de la ley, cosa que ocurrió, en lo urbano y en lo rural.


Y hoy resulta, que esa decisión que hasta ayer solamente merecía el calificativo de insensibilidad presidencial, se adereza con un escándalo que exhibe nada más y nada menos, la cómoda entrega del destino nacional a manos extranjeras.


Y no culpo a los extranjeros, porque siempre que exista un facilitador en las filas nacionales, habrá un conquistador ávido de ganar terreno.


Pero cuando se discute hoy la violación a la soberanía, a la dignidad y al orgullo nacional, los mexicanos estamos obligados a recordarle al presidente que tiene que respondernos que lo hizo poner bajo batuta intrusa un asunto de seguridad nacional.


No fue justo, bajo ninguna óptica humanitaria, poner a ciudadanos y a fuerzas leales al mando supremo, en situaciones innecesarias de riesgo derramando en calles, carreteras y escuelas, sangre inocente.


No ver por el espejo retrovisor, impidió a Calderón entender que las razones de estado del caso Tlatelolco en 1968, no están plasmadas en el libro de Poniatowska. Tampoco vio que los izquierdistas que ayer andaban con huaraches, camisas de manta y greñudos, son los que hoy visten de Dior, calzan Prada y van al Spa.


Conducir el país echando una mirada al espejo retrovisor hubiera salvado vidas! Hoy, los mexicanos que sí creemos en el espejo retrovisor, caemos en cuenta que a la inteligencia venida de fuera, le faltó el contrapeso de un Bucareli férreo, patriota, experimentado y republicano, donde alguien como Don Fernando Gutiérrez Barrios le jugara limpio al presidente y a la nación.


Ya decía yo que una batuta de tan alta responsabilidad nacional, no podía ser tan arrítmica. Ignoraba que Calderón la prestó para no tener que ver por el espejo retrovisor.

viernes, 5 de agosto de 2011

SOBRE LAS OLAS...

Por más ladeado que este el barco y los pasajeros se deshagan en jaculatorias, la actitud de un buen capitán debe ser de templanza, porque de otra manera, ni la lucha haría por evitar la zozobra.

El dramático cuadro mental de lo anterior me apareció como una película instantánea, luego de escuchar las declaraciones de ayer del rector de la UNAM, Don José Narro, veamos por qué.

Se refería el ilustre mexicano a la cantidad de dinero que debería encausar el gobierno de México a la investigación científica en materia social, dado que la consecuencia de no hacerlo, representa un error generacional severo.

Me llamó mucho la atención la forma en que el comentario fue expuesto en los medios, porque no fue resultado de una conferencia de prensa diseñada ex profeso para tocar el tema, sino que se trataba de una declaración obtenida en una entrevista televisiva de banqueta.

Así pues, -lamentablemente- en la banqueta, se tocaba uno de los asuntos torales de nuestro país, en un momento en que la pobreza ha alcanzado cifras asombrosamente peligrosas.

Siendo optimistas, podríamos esperar que alguno de los funcionarios o representantes populares que tengan que ver con este importante asunto, haya tenido encendido y sintonizado el televisor para enterarse de lo que José Narro opinó o bien, que le hayan incluido la nota en la síntesis de prensa que le llega a su escritorio.

El dicho de Don José Narro equivale a la opresión de un botón de alarma existencial cuyo sonido lamentablemente es inaudible, porque el volumen es imperceptible a los oídos de quienes hoy, pudiendo edificar un mejor futuro, solamente reaccionan al timbre pavloviano de intereses distantes a los de la nación.

Allá por los 70s bajos, Patricia Alburdene, socióloga norteamericana pronosticaba para el 2000: el empoderamiento de la mujer; el decremento del poder de los gobiernos; la supremacía de los grupos económicos en comparación con los gobiernos; el cambio de los patrones oro a dólar y de dólar a oro; el incremento de las malas noticias en primera plana hasta rebasar numéricamente a las buenas; y el incremento de la influencia de las ONGs en las decisiones gubernamentales, entre otras megatendencias.

Ahora, en 2011 el rector de la UNAM nos mueve a preguntar si el andar parapléjico del México de mañana es algo que tienen calculado los responsables de la asignación de recursos a los programas científicos de investigación social y se han resignado a que el exponencial incremento de la velocidad de las consecuencias de su actitud irresponsable, nos inutilice en el futuro.

Otra pregunta que nos nace hacer es, por qué el rector de la UNAM no exige a las comisiones legislativas ligadas a este asunto, el “mapeo” de las conexiones decisorias con nombre y apellido, nada más para hacerlo público a ver si les da vergüenza y al menos intentan en el próximo ejercicio presupuestario, empujar en serio esta importante disciplina de investigación científica.

Y así nada mas como un referente de lo que tiene de importancia este tema en otras sociedades, podemos visitar el portal http://www.wfs.org/futuring e imaginarnos lo que la creatividad mexicana podría hacer si tuviera acceso a este tipo de amplitud visionaria.

Siendo positivo, no trato de culpar a quienes tienen la responsabilidad de promover la asignación de recursos para el impulso del trabajo en torno a la investigación social, económica o tecnológica en México. Lo que pasa es que desde sus asientos de primera clase, no se siente la turbulencia de las olas de la misma manera que viajando con boleto de pobre.

En concreto a lo que quiero llegar, es a preguntar qué efecto tendría el hecho de que el rector Narro en lugar de plantear su preocupación desde una banqueta, convocara a un simposio nacional y desde ahí, expusiera ante el mundo entero y con claridad doctoral, que en las esferas mexicanas de la burocracia y la legislación, no se cuenta ni con experiencia, ni con interés, ni con voluntad política para impulsar la investigación social, precisamente cuando el mayor problema que tiene México, es de ese carácter.

La nación requiere del trabajo y la creatividad de los que desde el rincón del olvido presupuestario, irónicamente son los únicos que tienen en su poder la vocación y la capacidad no solamente para interpretar con certeza hacia donde nos lleva la mano del estado, sino también para diseñar estrategias que sean exitosas.

Por eso me dio gusto percibir, en medio del comentario de Don José Narro, que hablaba con la templanza que un capitán debe tener cuando el barco se ladea de más y empieza a hacer agua ahí, donde viajan los más pobres.